1 de septiembre de 2011

Que me intoxique con amor el cuerpo

Sales de casa con la sonrisa puesta, esa que dice "estoy jodidamente enamorada y nada me lo va a estropear", la gente te mira por la calle como si estuvieras loca, no lo entienden. Muchas chicas se te quedan mirando, celosas por esa sonrisa que no se borra de tu cara, preguntándose a que se deberá, deseando ser tu. Te sientes bien, demasiado bien, sientes que este es el definitivo, que todo sera perfecto, y piensas en la conversación de anoche a altas horas de la madrugada, sin querer colgarle para seguir escuchando su voz, y tu corazón da un vuelco al recordar aquel te quiero que dijo al colgar, sin motivos, simplemente porque le sale y le apetece decírtelo  porque lo siente. Y ahora sonríes como nunca, eres feliz, mucho, y te preguntas si el estará igual de ilusionado como tu, si el estará pensando en aquella conversación, en ti. Y sigues caminando iluminando con tu sonrisa la ciudad, sientes que hoy te comes el mundo, nadie puede contigo, y todo gracias a el. Piensas que tal vez estas apostando demasiado, que tu felicidad no debería depender de el, de lo que te diga o haga, pero es inevitable ilusionarse. Desconoces que a veces, que tu felicidad dependa de una única persona, te hará jugar malas pasadas, y que un día te comes el mundo pero al siguiente, te hundes en la mugre.

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