17 de febrero de 2011

Puke rainbows.

Me encanta caminar por la calle esas tardes de invierno, que mis mofletes enrojezcan a causa del frio. Me encantan las tardes de lluvia, pisar los charcos y empaparme los calcetines. Me encanta ir cantando por la calle sin importar si me oyen o no. me encanta la confianza que tengo en mi, mi positividad en los malos momentos. Me encanta pensar que no me olvidas, que aquellas tardes no quedaron en el olvido. Me encanta bailar sin ritmo, a lo loco. Me encanta pisar la arena de la playa, la sensación de la arena caliente entre mis dedos. Me encanta que mi pelo y mi piel huelan a sal. Me encanta que sea yo en lo último que piensas, que sea tu primer pensamiento al levantarte. Me encanta levantarme y poner primero el pie derecho, que puedo decir, soy supersticiosa. Pero hay una cosa que odio, que odio demasiado. Odio el recuerdo de la comisura de tus labios pronunciando una palabra que significa algo así como “hasta nunca”, esa imagen que nunca saldrá de mi cabeza. Y recuerdo mis lagrimas, las fotografías rotas en la papelera, nuestras sonrisas, nuestros momentos, pero del amor, ni rastro. Te lo llevaste con tu orgullo, y con tu despedida. 

Grita

Miedo a quererte, a despertar y ver que ya no estas. Ese miedo irrevocable de que en un momento dado, me olvides, como la letra de aquella canción. Miedo a no volver a verte, a no volver a escuchar aquella risa o no volver a contemplar tus ojos marrones. Miedo a enfrentarme con la realidad, miedo a que me mientas. 

Harta de los anónimos. Te quiero

Pídeme que me quede, que no me vaya. Pídeme que sea yo quien te abrace y quien te lleve por un centro comercial cogido de la mano, pídeme que sea mi cintura a la que te agarres, que sea mi calor el que sientas y que sea mi olor el que se quede en tu jersey. Dime que solo quieres mis sonrisas, que las de los demás no dicen nada. Dime que mi risa es tu canción favorita, y que cada noche piensas en mí al acostarte. Dime que le has puesto mi nombre a una estrella, a la que más brilla. Que te mueres por estar allí conmigo, y que quieres todos los amaneceres y atardeceres desde un tejado conmigo al lado. Pídeme una tarde de lluvia en un sofá. Pídeme que te busque después del fin del mundo y pídeme también ir de aquí para allá. Llévame a París y dime que la torre Eiffel no tiene nada de bonito sin mí en el último piso. Pídeme que sea tu primavera, tu verano, tu otoño, pero sobretodo que sea tu invierno. Dime que al final me he llevado también tu corazón y todo lo que va con él y que me quieres vaya donde vaya. Pídeme una casa con vistas al mar y arena blanca para andar por ella descalzos en las noches de verano. Pídeme mil despertares y mil anocheceres a mi lado. Pídeme mil besos y mil abrazos.

Hoy, que por supuesto hay algo para olvidar.

Fui una estupida. Una completa estúpida. Debería haber entendido desde el principo que era su historia y no la mía. Que era una historia de ellos, no de nosotros. Que yo no estaba metida, ni involucrada, simplemente era una carta guardada para conseguir un propósito. Debería haber sabido que ellos se querían. A pesar de que ella saliese con veinte mil tios menos con el. A pasar de que el me prometiese el mundo, y las sonrisas de todos los días. Él solo me queria para conseguirla a ella, ¿lo entiendes? Era solo un simple juego.


16 de febrero de 2011

¿Quien es tu nuevo vicio?

En la pared de siempre, con la pierna doblada y la suela de su zapatilla apoyada en la pared. Su cigarrillo, tal vez el quinto en lo que lleva de día, al que, tras la ultima calada, tira al suelo con indiferencia.