Actuar como un payaso. Una copa tras otra. Risas, besos en el cuello. Dejarse la vergüenza en el fondo del vaso. Y buscando cada noche otro cuerpo de mujer.
Amanece. Un último beso, sin despertarla. Salir huyendo silenciosamente para no volver a verla y un “si te he visto, no me acuerdo” guardado por si alguna mañana el destino decide hacerte pasar un mal rato. Antes de salir por esa puerta, para no volver a verla, decir adiós en un papel. Algo corto, simple y sin muchas palabras.
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