17 de diciembre de 2011

Quien no arriesga nunca gana

Despierta inquietante, se revuelve entre aquellas sabanas blancas y con un espantoso dolor de cabeza. Comienza a abrir los ojos, se da cuenta de que no sabe en que cama esta, que esa mañana no ha visto a sus peces de colores como lo hace siempre al levantarse, no la ha lamido la cara a altas horas de la madrugada un pequeño perro al cual ya echa de menos, ni reconoce el perfume que desprende la almohada en la que esta apoyada. Se sienta en la cama mientras se toca la frente con la mano, no consigue recordar con quien se fue esa noche, como no lo ha recordado las 4 anteriores. Ella hace unos meses no era asi, no era una chica que bebia whisky barato ni fumaba con un camionero, y mucho menos se dejaba tocar por desconocidos. Pero todo eso cambio por culpa de uno de esos desconocidos, uno de esos en los que saben demasiado bien como tratar a las mujeres, uno de esos que te ofrecen amor eterno y estar siempre en las estrellas, y cuando te quieres dar cuenta, estas en un pequeño hostal, amaneciendo sola y con una triste carta en la que el desvela sus intenciones. 
Consigue recordar algo, que el sexo fue espectacular, pero sigue sin ponerle cara a ese cuerpo que ahora descansa a su vera. Decide no mirarle, la noche para ella fue perfecta y no le hace falta poner cara ni nombre al culpable, quien sabe lo que nos deparara el futuro, a lo mejor dentro de unos meses se encuentran por la calle y el la reconoce, recordando aquella noche de desenfreno, mientras ella, ajena a todos sus pensamientos, ni le mira. 


Algo tenia claro, jamas olvidara aquellos boxers de superman.

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