18 de noviembre de 2011

Te perdono porque te quiero, pero me alejo porque me quiero

Te escribo desde este sillón de hospital, este donde deberías estar tu pidiendo clemencia y arrepintiéndote por todo lo que le has hecho a tu mujer, la cual está aquí tumbada, conectada a miles de aparatos y luchando por seguir viva. Ella no tendría que estar aquí, yo no tendría por qué estar viendo como mi madre está entre la vida y la muerte por culpa de un cobarde. Son muchas las lagrimas que hemos derramado por tu culpa, pero ya se ha acabado todo, tu ya no eres dueño de nuestras vidas. Recuerdo aquellas noches después de un partido, esas noches en las que solo había miedo, y cuando tu equipo perdía nosotras lo pagábamos. Hoy quiero decirte que reflexiones, que pienses en cada golpe, en cada bofetón, en cada patada, en cada grito, en cada insulto, en cada cigarrillo aplastado contra nuestros cuerpos, en cada lagrima derramada por tu culpa, quiero que te arrepientas por todo lo que nos has hecho sufrir y quiero que sepas que para mí, tu ya no existes, que alguien capaz de hacerle eso a mi madre, a  la mujer a la que supuestamente amaba y con la que comparte un hijo, no es un hombre, y mucho menos mi padre. Recuerdo las conversaciones con mama, cuando yo la suplicaba que hiciera algo al respecto, que no te dejara adueñarte así de nosotras, pero ella seguía teniendo fe en ti, en el hombre con el que se caso, al que tanto quería, supongo que no quería aceptar todo lo que ocurría, que no quería ver la realidad, creía que tú podrías cambiar, estaba cegada por tus mentiras y tus falsas ilusiones. Y cada día, después de una noche llena de sufrimiento, aquel ramo de rosas, y con eso ya tenias ganado su perdón, pero no el mío, yo jamás te creí, jamás creí que de verdad estuvieras arrepentido, jamás creí que las cartas de amor que la dabas junto a aquellas rosas fueran sinceras. Y aquí ponemos el punto y final a toda relación contigo, cuando ella esté completamente recuperada la veras salir a la calle de nuevo, después de a ver estado encerrada y acompañada de la soledad por tu culpa, la veras salir arreglada, con carmín en sus labios, sin ningunas gafas de sol negras que oculten ojeras ni ojos morados, esta vez la veras completamente recuperada, creando nuevos momentos, ahora va a comerse el mundo, nunca fue tuya, ¿no lo ves? Y ahora ella lo sabe.

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